El caballito de mar. No todo vale
Si hiciésemos una encuesta entre los buceadores de nuestro centro de buceo y les preguntásemos qué animal quisieran ver bajo el agua, en un porcentaje muy alto dirían que les gustaría ver un caballito de mar en su próxima inmersión por el Cantábrico.
Los caballitos de mar son unos pequeños pero simpáticos y entrañables animales. Por un lado tienen forma curiosa, nadan erguidos, dan pequeños saltos, su cabeza se alarga hacia la trompa y se sujetan a las algas con un cola prensil. Si esto es original, aún lo es más que el que se queda “preñado” en la especie es el macho y no la hembra, y que mantienen una absoluta lealtad formando parejas de por vida.
Si es el sueño de cualquier buceador poder ver caballitos durante una inmersión ya no digamos de buscarlos para inmortalizarlos en una instantánea ¡nos pegamos por ello! Literal, a codazos con el resto de buceadores, no vaya a ser que me quite mi caballito.
Son animales muy delicados por eso cuesta pensar que hay zonas muy conocidas por los buceadores en los que los guías de buceo trasladan a los caballitos y les cambian de gorgonia cuando ellos se van a trabajar a otro centro de buceo. Quizás la culpa la tenemos nosotros que en cada viaje de buceo queremos ver y fotografiar en una semana toda la fauna de la zona, que por lógica, deberíamos tardar muchas inmersiones en investigar.
No todo vale. El guía quiere dejar contento al cliente a sabiendas que después viene la propina o por el sólo hecho de contentarle, pero somos nosotros los que debemos empezar a decir No, no todo vale.
Por supuesto que el caballito de mar no solo está amenazado por nuestra culpa: el cambio climático, la contaminación, la venta para acuarios, la pesca de arrastre… pero nosotros los buceadores deberíamos estar más concienciados que los que no visitan el fondo del mar.
Y al final, todo cuenta.
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