Maldivas nunca decepciona
Ya en el 2010 pude vivir una de mis mejores experiencias en la bahía de Hanifaru buceando con unas 100 mantas. Tres años más tarde Maldivas me ha vuelto a sorprender con lo que ha sido la mejor nocturna de mi vida. Todo viene desde que descubrieron que tras años de tirar en un embarcadero los desechos del pescado que suministran los pescadores locales al resort de la isla se concentraban todos los atardeceres decenas de tiburones nodriza a la espera de su ración diaria, más una serie de invitados como jacks, rayas, etc.
Ya durante el briefing nos advierten de la cantidad de tiburones que veremos y que tengamos cuidado de no tocarlos. ¡Jo…r no tocarlos! son ellos los que te empujan, te rozan, te rodean e incluso casi te aplastan.
La experiencia es única
Nada más tirarte al agua ya ves que estás totalmente rodeado de tiburones y de vida marina. Descendemos a un fondo de arena y coral donde se coloca una pequeña lata con desechos de pescado para atraer a los tiburones, aunque considero que no sería necesario ya que están todos en la zona por su costumbre durante años. Nos colocamos en círculo alrededor de la lata y empieza el festín en el que se disputan los pocos restos de pescado entre los nodrizas y los jacks. Pero la juerga nocturna está por todos los lados, mires donde mires hay tiburones y si se te ocurre alzar la vista es una espectáculo inenarrable. Estamos ante un techo blanco, que son las panzas de los nodrizas. Es difícil calcular pero seguro que no exagero si digo que serán unos 50 los tiburones que nos acompañan. No solamente están los que forman ese techo blanco sino los que pasan a tu lado sin ningún pudor, te empujan, te rozan, pasan por debajo de tus brazos. En ocasiones, tienes que apartarte.
Y ya para colofón tuve la oportunidad de poder contemplar el apareamiento de dos tiburones. Se encontraban justo sobre mi en ese ritual típico de ellos en los que el macho muerde a la hembra. Justo en ese preciso momento, dejan de aletear y caen encima de nosotros. Por fortuna, nos pudimos retirar y solamamente aplastaron una de mis aletas. Hay que tener en cuenta que estos tiburones miden entre 2 y 3 metros, con lo que el susto fue importante, pero eso no quitó para que continuara realizándoles fotos.
Conforme avanzaba el tiempo, los compañeros de inmersión subián a superficie y nos quedamos solamente tres. En ese momento, los tiburones se fueron tranquilizando y posando sobre la arena. Era todo un espectáculo ver el fondo tamizado por decenas de tiburones totalmente tranquilos y apacibles. Nos permitían colocarnos a su lado sin ningún problema para poder inmortalizar ese momento tan mágico y especial. Nos miraban con esos ojillos pequeñajos con un toque de curiosidad pero sin ningún recelo hacia nosotros.
Ya transcurrida más de una hora tenemos que abandonar el escenario con una pena tremenda pero con el convencimiento de que volveremos a vivir esta experiencia más pronto que tarde.
Al salir de la inmersión la euforia era total. Solo por vivir esta experiencia ha merecido la pena el viaje.
Hay que agradecer a todos los miembros del barco Southern Cross el gran esfuerzo realizado para que estos días sean inolvidables.