Pecio “ El Umbria”, probablemente el pecio más hermoso del mundo.
Para organizar un viaje de buceo generalmente buscas una zona de buceo persiguiendo un fin, un objetivo. No puedo engañar comentando que el objetivo de este viaje era visitar el Umbría porque sería falso. El fin principal era sumergirse en los restos del Precontinente II, construido por el Comandante Cousteau (nuestro padre en el mundo del submarinismo) y su equipo. Pero es cierto que le añadía un aspecto muy interesante al viaje.
Ya hemos visitado en multitud de ocasiones el otro pecio del Mar Rojo, el Thistlegorm, con el que se le compara, pero necesitábamos compararlo con nuestros propios ojos.
INMERSIONES
Los guías de buceo habían organizado 3 inmersiones en el Umbria, una nocturna y dos diurnas, pero el grupo decidió sacrificar una inmersión de arrecife para añadir una cuarta en el pecio. Se organizaron las inmersiones de la siguiente manera:
1ª Inmersión, inspeccionamos el exterior del pecio sin entrar en ninguna bodega
2ª Nocturna. Por supuesto no se realiza penetración en el barco dedicándonos a ver la fauna que lo habita.
3ª Inmersión en Proa
4ª Inmersión en popa
HISTORIA
Antes de comenzar la aventura nos empapamos de la historia del Umbría, historia que paso a relataros.
El Umbria fue construido en los astilleros de Hamburgo y botado con el nombre de “Bahía Blanca” el 30 de diciembre de 1911. Las dimensiones del buque eran de 150 metros de eslora y 18 de manga, con dos motores de 4.600 caballos, que permitían alcanzar una velocidad de 12 nudos. Se concibió como barco de pasajeros, capaz de transportar a más de 2.000 y 9.000 toneladas de carga. Su principal ruta la hacía entre Europa y América, siendo uno de los principales destinos Argentina, cuyo gobierno lo adquirió en 1918.
En 1935, fue adquirido por el gobierno italiano dándole el nombre de “Umbria”, por el que lo conocemos, y lo destinó al transporte de tropas entre Italia y varios puertos del Mediterráneo y del Mar Rojo.
En mayo de 1940, el Umbria se cargó con 360.000 bombas aéreas de entre 15 kg y 100 kg, 60 cajas de detonadores, material de construcción y tres automóviles Fiat Lunga, llevando un total de 8.600 toneladas. Los explosivos se dirigían a Eritrea, entonces colonia italiana, y el resto del cargamento a diferentes puertos asiáticos. Italia en ese momento de la II Guerra Mundial era neutra, por lo que su misión era secreta. Pero su entrada en la guerra era inminente y este cargamento estaba destinado tanto a la defensa de sus colonias frente a los aliados como a la posible ampliación de sus territorios por África.
El 3 de Junio el Umbria llegó a Port Said. Allí cargó 1.000 tn. de carbón y agua, en un movimiento para engañar a los aliados, tratando de parecer un carguero inofensivo. Las autoridades del puerto, controlado por la Royal Navy, intentaron retener al Umbria ya que la participación de Italia en la guerra apoyando a Hitler era eminente, con la total probabilidad de que la munición que transportaba sería usada en su contra. Pasados tres días tuvieron que dejarle ir ya que Italia, como país neutral que era, tenía todo el derecho de transportar tanto armamento como cualquier otro cargamento a sus colonias.
El Umbria continuó la navegación y entró en aguas de Sudán pero con la escolta británica, del HMS Grimsby muy de cerca. El 9 de Junio el HMS Grimsby le dio la orden de fondear en el arrecife de Wingate, frente a Port Sudan, con objeto de inspeccionarlo con el pretexto de buscar contrabando. Alrededor de 20 hombres del buque de guerra británico HMS Leander subieron al Umbría y se quedaron hasta la mañana siguiente, no encontrando nada de contrabando en sus bodegas.
A la mañana siguiente, día 10 de junio de 1940, Lorenzo Muiesan, el capitán del Umbria escuchó por la radio en su camarote que Italia había declarado formalmente la guerra, entraba en la contienda bélica con Alemania como aliado y que esa medianoche de ese mismo día comenzarían las hostilidades.
Fue el único en toda la zona que se había enterado de la noticia y supo en seguida que tanto el Umbria como la carga serían usadas por los aliados contra su propio país. No le quedaba otra opción que deshacerse de la carga y hundir el barco. Mediante una magnífica estrategia, el capitán Muiesan ordenó a su tripulación la realización de un simulacro de salvamento. Mientras los italianos ocupaban los botes salvavidas, los ingenieros, siguiendo las órdenes de Muiesan, abrieron todas las válvulas del buque llevando en pocos minutos al Umbria al fondo del arrecife sin ningún coste de vidas humanas. Los británicos poco pudieron hacer salvo subir a su propio barco y ver hundir el Umbría. Al día siguiente, Muiesan y el resto de la tripulación partieron detenidos a India, donde pasaron cuatro años en prisión.
LA ACTUALIDAD
Hoy en día, el Umbria yace entre 5 y 30 metros de profundidad en el arrecife de Wingate Reef, a 20 minutos de navegación de Port Sudán. Se encuentra recostado sobre su flanco y casi intacto. Es un pecio que resulta sencillo de penetrar en el interior e impresionante al contemplar su carga. Aunque sus bombas no tengan los detonadores, todos los que lo hemos buceado nos sigue quedando la duda de si es posible que en algún momento explote.
EL BUCEO
En el recorrido inicial en el que inspeccionamos el barco al completo por su parte exterior, ya te percatas de su embergadura. Cada una de las palas de la hélice tiene el tamaño de un buceador con aletas incluidas. El barco está colonizado y lleno de vida. Debido a su profundidad es perfecto para recorrerlo también por su interior y la claridad de sus aguas permite observar al pecio de proa a popa o incluso desde superficie.
Lo que más impacta, indudablemente, son la cantidad de bombas perfectamente apiladas que te encuentras en varios compartimentos. También hay mucha munición. Como no es un pecio en el que se bucee demasiado, el depredador humano no ha terminado con las balas, como sí ha ocurrido con el Thistlegorm. En una de sus bodegas hay cantidad de botellas de vino vacías. Y en otra, los tres esperados Fiats en muy buen estado. Además hay rollos de cable eléctrico y muchos sacos de cemento, entre otras cosas.
Resulta curioso visitar la cocina donde encuentras hornos de pizza, unos abiertos y otros cerrados, así como la máquina para amasarlas. Y paseando por los camarotes puedes contemplar los inodoros y las bañeras junto a las barracudas que pasean entre ellos.
Por supuesto, ahora son los corales, anémonas con payasos, el pez ángel, los crinoideos o la gran variedad de peces quienes se han adueñado del pecio y que alguna vez nos invitan a que paseemos, sin tocar, por favor, como esta barracuda, que se sabe dueña y señora del pecio.