Viaje de buceo con adrenalina
Está situado en la población de Umkumaas a escasa una hora de la ciudad de Durban.
Umkumaas es una pequeña población, tranquila, al menos en el momento en que nosotros la visitamos, que es la temporada de invierno. Nos aconsejan ir en esta temporada para encontrarnos con el tiburón de los dientes irregulares, el impresionante tiburón toro que en esta zona llaman Raggie.
El buceo y el alojamiento lo hacemos con el centro de buceo Aghulas house. Disponen de una amplia zona de salas de estar, una zona ajardinada con piscina y magníficas tumbonas. Alrededor de la piscina hay habitaciones, un edificio con apartamentos y oficina, la zona de desalado del material, la zona propiamente del centro de buceo…Una gran extensión para que los buceadores estén cómodo.
Se funciona con la hora solar, es decir, nos levantamos muy pronto, se desayuna ligero y salimos a bucear. Para ir hasta la playa, ya que no hay puerto, nos llevan en la parte superior, al aire libre de su vehículo, ya comienza la aventura.
La costa es abrupta y el mar en la zona de la rompiente pega muy fuerte y con grandes olas. Como he dicho, no hay puerto, por lo tanto, todos los días tienen que sacar y meter las neumáticas del agua y llevárselas al dive center. En más de una ocasión nos toca empujar la barca encallada en la arena para hacerla llegar al agua y subir corriendo a ella para que el hábil patrón consiga que no vuelva a encallar.
Se utiliza la desembocadura del río Umkomaas (que da nombre a la ciudad) para que, aprovechando la marea, la mayor parte de las veces embarquemos de forma cómoda.
Y comienza la acción. Nos ponemos chalecos salvavidas encima del traje de neopreno. Nos indican cómo debemos sujetarnos a los cabos de la barca para no caer durante la salida y metemos los pies en unas sujeciones preparadas para ello en el suelo de la barca. Ahora dependemos de la pericia del patrón para salir de la rompiente con más o menos botes. Generalmente son muy hábiles. Estudian las olas y aceleran a tope el motor en el momento que consideran es el más conveniente. Y casi todas las veces lo consiguen. ¡¡¡Aplausos!!!! Y se lo merecen.
A partir de aquí sigue otro tipo de emoción. Durante la navegación a las zonas elegidas para bucear vemos delfines y BALLENAS. Incluso el patrón intenta por todos los medios alcanzar a las ballenas para que podamos hacer snorkel con ellas, algo que es harto difícil pero que en alguna ocasión pudimos lograr y ver bajo el agua a la ballena con el ballenato.
El mar no es calmado, tiene bastante mar de fondo y la visibilidad no es precisamente caribeña. ¡Vaya, como nuestros buceos habituales! Cuando llegamos al fondo, éste también se parece al Cantábrico. Es roca y no coral, aunque en esta costa su origen es volcánico. Y la temperatura del agua en julio es de 22º. Pero con una gran diferencia, cuando te sumerges te encuentras con un mar repleto de vida marina de todo tipo grande y pequeña. Lo qué no daríamos por tener en la costa de Hondarribia parte de esa vida.
Cada día hacemos dos inmersiones con el correspondiente intervalo en superficie. Vamos acompañados de un divemaster. A lo largo de la semana las inmersiones van variando: de arrecife, pecios, de alimentar a tiburones…
La forma de bucear es original. El guía lleva en todo momento una inmensa boya que arrastra durante toda la inmersión para que el patrón vea por dónde va el grupo de buceadores y nos siga. Sólo los que hemos guiado con boya sabemos lo incómodo que es bucear así. Pero es un sistema seguro.
El guía nos da las directrices: podemos estar en el fondo todo el tiempo que queramos, no hay limitaciones de tiempo pero no se puede entrar en descompresión y siempre debemos estar acompañados.
Es lo mejor que puedo escuchar. Por una vez no se empeñan en que tienes que ascender a una hora determinada por sabe Dios cuántas razones absurdas.
Ese sistema de buceo con boya viene bien en los casos en que algún buceador no puede compensar porque no tiene más que descender muy despacio por el cabo pero sin perderse del grupo. Y viene muy bien para aquellos buceadores que consumen más que el resto porque ascienden y hacen la parada de seguridad de forma segura hasta la embarcación.
A partir de ahí bucear y disfrutar.
La primera inmersión nos parece alucinante: buceamos rodeados de Raggies.
Pero lo curioso es que no sólo hay tiburones hay todo tipo de vida. Nos encontramos con los mismo peces que en el Mar Rojo: el mero rojo, gran variedad de peces mariposa, los peces león, morenas, tortugas, rayas, loros… Y a su vez vemos la vida marina más típica de la zona de Indonesia como pez hoja, peces pipa…
Los que ya hemos realizado bastantes viajes de buceo sabemos qué difícil es contemplar esto en otros mares.
En cada inmersión la emoción está asegurada.
Hay una cueva en la que bailan al son del mar de fondo montones de raggies. Nos colocamos en la entrada de la cueva y simplemente a contemplar el espectáculo.
Otro día vemos los pecios: El vapor británico Nebo hundido en 1884 y el petrolero noruego Produce hundido casi un siglo después. Los 2 pecios reposan a 30 m de profundidad en el fondo del océano, atrayendo una gran variedad de peces de arrecife, grandes bancos de salmones y al mero gigante.
No podemos olvidar las inmersiones de “Shark fidding”, alimentar a los tiburones.
Con toda la controversia que pueda suscitar hay que reconocer que es emocionante y para los que hacemos fotografía o video submarino una auténtica ocasión de obtener imágenes tan cerca.
Preparan una gran bola con restos de sardinas y lo dejan colgando a unos 5 metros. Siempre se realiza en la misma zona. Para cuando nos preparamos y nos queremos tirar a bucear ya nos están rodeando la barca. Es el único momento en que piensas que igual no es normal lo que hacemos, meternos a bucear entre tantos tiburones. Pero se te olvida pronto.
Tras las consabidas instrucciones de precaución que debemos seguir nos tiramos y descendemos a colocarnos alrededor de la bola. En un momento estamos rodeados de magníficos ejemplares de tiburones grises repletos de rémoras, alguno lleva hasta 10.
No se vuelven locos, pasean alrededor nuestra. No les molesta el flash. No les molesta nadie. Sólo los contemplamos con emoción y admiración. Son imponentes.
El resto de inmersiones es de las que llaman de “arrecife”, inmersiones de roca pero nada aburridas. Seguimos abriendo los ojos bajo nuestra máscara de buceo impresionados de tanta vida, ahora vemos morenas de boca amarilla, en una pequeña cueva en la que hay que entrar de uno en uno nos muestran al pez piña, por alrededor vemos loros o nos siguen acompañando los tiburones.
Todo un lujo de inmersiones.
El momento de volver al centro de buceo cada día también es emocionante. La salida a la arena vuelve a ser potente. Antes de llegar a la rompiente, paran la embarcación, nuevamente nos ponemos el chaleco salvavidas, te indican el modo de sujetarte a los cabos y te advierten que va a encallar en la arena para que estés atento y te sujetes bien.
Adrenalina de comienzo al fin.
Hay que reconocer que no a todo el mundo le gusta bucear en agua fresca, con mar de fondo, con entradas y salidas un poco complicadas. Quizás no sea un mar, al menos en invierno, para Open Water remilgados pero nosotros hemos venido encantados y pensando en volver.
Agradecidos al patrón que nos ha mimado, a nuestro guía que nos ha llevado a los puntos de inmersión que a él más le gustan, a los del centro de buceo por sus barbacoas y hacernos sentir como en casa.
Volveremos a realizar un viaje de buceo a Sudáfrica quizás en su verano, aún a sabiendas de que habrá más gente y peor visibilidad pero cambiaremos los raggies por los tiburones tigre, que también da mucha emoción.
Ver galería del Viaje a Sudáfrica