Por fin una buena noticia relacionada con los mares
Para una civilización que consideró legal y normal, hasta hace siglo y medio, la esclavitud, es decir la propiedad privada de otras personas, ciertamente el que existan tangibles excluidos de la dominación y la posesión resulta todavía incomprensible. Más si tenemos en cuenta que consumir y ser dueño de algo son los pilares del sistema.
Si no pocos desastres y desacatos están ligados a la propiedad privada, todavía son mayores los que han padecido y padecen los nullius, es decir los bienes de nadie o, desde luego mucho mejor, los de todos. Uno de los argumentos que más veces hemos utilizado los defensores de la Natura es que deberíamos tener al menos tantos derechos como los cazadores. Al menos sobre la fauna, que aparentemente no es de nadie pero que pasa a ser propiedad de quien la mata. Derecho por supuesto a que siga viva y podamos contemplarla en libertad.
Más lejos cabe llegar con lo que siendo de todos a todos beneficia. Argumento que por supuesto desagrada a los dueños de casi todo ya que ellos consideran que solo es beneficio lo que se apropian. Nos referimos, por ejemplo a los abismos oceánicos, las regiones polares y algo así como la mitad del planeta, es decir las aguas marinas llamadas internacionales. No son de nadie, por supuesto, pero unos pocos las usan en exclusivo beneficio propio.
Pues bien, puede que estemos comenzando a reparar esta injusticia.
El tratado de la Antártida, con su ampliación en el protocolo de Madrid, acaso lo mejor políticamente que ha sucedido en la capital de España en los últimos 40 años, nos marca el camino para la coherencia con lo de todos. La protección ambiental de esos lugares de nadie, de todos, supone uno de los grandes logros de la historia de la humanidad por varios motivos. Primero porque frena la destrucción de lo poco que nos queda ileso en el planeta. Segundo porque estimula a la consideración de lo que llamamos patrimonio común de la humanidad que en su versión abstracta ampara a centenares de espacios protegidos en múltiples estados. Tercero porque lo de todos – por ejemplo agua, aire, fertilidad, clima- ahora mismo es la mayor garantía de supervivencia del todo y de todos los que lo formamos.
Disquisición que provoca la alegría del primer acuerdo serio de la historia para proteger las aguas no nacionales de nuestros océanos. Se trata solo de un principio de acuerdo que la ONU debe consolidar con la forma de un tratado muy parecido al mencionado para la Antártida y que deberá ser aprobado por la asamblea general. Aunque con las reticencias de los de siempre – USA, Rusia, Japón y alguno más- si se logra tan sensata y postergada iniciativa podemos estar poniendo a salvo del saqueo y la privatización nada menos que a un 43 por ciento de los mares del planeta. Donde, por cierto, se gesta y gestará el porvenir del planeta.